Bette Davis

Una actriz de legendaria

 

Biografía (10)

 

El ocaso de una estrella

La carrera de Bette había entrado en una espiral descendente de la que ya no saldría jamás. Su siguiente película para la Fox tras «Eva al desnudo» fue «El favorito de la reina», en la que la actriz retomó el papel de la reina Isabel I de Inglaterra que ya había interpretado en «Las vidas privadas de Elizabeth y Essex». Fue un filme de poco presupuesto que pasó inadvertido.

    

Después, Bette se embarcó en una película izquierdista titulada «Storm center». Su papel lo habían rechazado Irene Dunne y Barbara Stanwyck -muy conservadoras las dos- y también Mary Pickford, quien tenía pensado regresar al cine tras 18 años de ausencia y que se asustó cuando empezaron a relacionar su nombre con los sectores de izquierdas. «Storm center» era una crítica feroz a la época del senador McCarthy y el Comité de Actividades Antiamericanas y resultó ser una obra tan digna como aburrida que fracasó en taquilla.

Bette rodó «Storm Center» para la Universal. Durante la filmación, le ocurrió una curiosa anécdota. Estando en su camerino, la pared que tenía ante ella se movió y en la habitación penetró Harry Cohn, todopoderoso directivo del estudio. Bette lo echó del came­rino con cajas destempladas y ese mismo día comentó el acontecimiento con otro de los directivos del estudio. Éste, riéndose, le contestó: «Yo no me haría muchas ilusiones, Bette. Él no sabía que a Kim Novak la habían cambiado ayer a otro camerino mayor.»

Tras estas dos pobres experiencias, Bette tendría otra buena oportunidad con «The cattered affair», un buen drama en que aparecía gorda y vieja y que fue dirigido por Richard Brooks. Estrella y director se portaron muy bien (de hecho, Bette se sentía bastante atraída por Brooks, aunque el director no la correspondiese) y Bette consiguió una impresionante interpretación. Para darle realismo a su papel, la actriz compró ropa vieja en un mercadillo y se pasó semanas en el barrio neoyorquino de Brooklyn, estudiando el acento irlandés de sus habitantes y sus gestos y costumbres. En verdad, su trabajo en este filme hubiese merecido un nuevo Oscar.   

Bette continuó ocupándose de Margot y siguiendo sus escasos y difíciles progresos. El tratamiento de la niña, unido al de su hermana Bobby y al excesivo dinero que suponía mantener el tren de vida de su madre, habían dañado tanto su economía que la actriz distaba mucho de ser rica. Sin embargo, ella aceptaba este hecho con alegría.

Por esta época, Bette tuvo la oportunidad de trabajar en “Look Homeward Angel”, una obra en la que hubiera podido estar fantástica. Ya había dado el sí, pero entonces tuvo otro de sus accidentes que estuvo a punto de costarle la vida. Se había mudado a una nueva casa en la que había una habitación que daba directamente a un hoyo. Sin darse cuenta, Bette abrió la puerta y cayó desde una altura de tres metros. Se fracturó la columna y estuvo a punto de perder la. Su recia constitución la salvó de quedar inválida, pero desde entonces siempre sufrió fuertes dolores en la espalda.

A finales de los cincuenta, y como un síntoma evidente de su ocaso, Bette empezó a trabajar asiduamente en la televisión. También aceptó papeles de invitada especial, fatales para su reputación pero tan bien pagados que resultaban imposibles de rechazar. Una de estas colaboraciones la llevó a Francia para intervenir en “El capitán Jones”. Tras su corto trabajo (por el que se embolsó 50.000 dólares), Bette, su hermana Bobby y su hija B. D. pasaron unas pequeñas vacaciones en Inglaterra para que ella interviniera en “Donde el círculo termina”, junto a Alec Guiness. En este filme, Bette se mostró muy reservada y no hizo amistad con nadie. Guiness recordaría años después que “era una experiencia frustrante, porque yo estaba feliz de trabajar a su lado y ella parecía no querer trabajar conmigo”.

 

Cuarto divorcio

El matrimonio de Bette con Merrill había llegado a un punto muerto. Ambos recuperaron la esperanza cuando les ofrecieron trabajar juntos en el teatro leyendo una recopilación de poemas de Carl Sandburg. Era lo mejor que habían hecho ambos en años y parecía que aquello podría unirlos de nuevo. Al final, nada más lejos de la verdad. Bette congenió muchísimo con Sandburg, un intelectual encantador que a los 80 años seguía siendo un hombre vitalista y seductor. Bette y Merrill recorrieron todo el país juntos y aunque la obra no fue un éxito, sí resultó una experiencia profesionalmente muy gratificante.

 

Bette junto a su adorado hijo Michael a la izquierda. A la derecha la hija que tanto daño le haría a lo largo de su vida, B.D.

A pesar de todo, el matrimonio entre Bette y Gary Merrill se resintió de la gira que hicieron juntos y en la primavera de 1960 Bette presentó formalmente la demanda de divorcio.

Con la demanda se inició una penosa batalla legal por la custodia de los niños. Merrill pagaba 250 dólares al mes para la manutención y educación de Michael y B. D. Y la mitad de la escuela especial de Margot; además él se quedaba con el Mercedes propiedad de la pareja y Bette con la ranchera. La actriz no reclamó más que un dólar anual en concepto de pensión. Esto lo hizo porque si algún día aumentaban los ingresos de su ex marido de forma espectacular, a ella siempre le quedaría la opción de pedir una revisión de la misma. Merrill se hizo cargo también de las Pólizas de seguro de la familia y la, casa con la condición, de que Bette renunciara a todo derecho sobre sus propiedades, a excepción de una casa llamada «Witch Way» que tenía en Cape Elizabeth.

El divorcio de la pareja afectó directamente al espectáculo que ambos realizaban sobre los poemas de Carl Sandburg. Cuando se estrenó en Nueva York con un actor sustituto, el público (frecuentemente gay) se agotó en pocas semanas. Por muy gratificante que resultara la obra profesionalmente, lo cierto es que acabó por costarle dinero a Bette. Agobiada por las deudas, accedió a iniciar la redacción de sus memorias con la colaboración del periodista Sandford Dody. El trabajo en común duró un año y al finalizar el mismo Dody la acusó de haber retocado su obra y haber cortado algunos de los mejores fragmentos. Tenía ra­zón, pero aun así, el libro, que se tituló «The lonely life», es un retrato bastante fiel de la vida de Bette.

 

Páginas  1  2  3  4  5  6  7  8  9  10  11  12

INICIO