Después,
Bette se embarcó en una película izquierdista titulada «Storm center». Su
papel lo habían rechazado Irene Dunne y Barbara
Stanwyck
-muy
conservadoras las dos- y también Mary Pickford, quien tenía pensado regresar
al cine tras 18 años de ausencia y que se asustó cuando empezaron a
relacionar su nombre con los sectores de izquierdas. «Storm center» era una
crítica feroz a la época del senador McCarthy y el Comité de Actividades
Antiamericanas y resultó ser una obra tan digna como aburrida que fracasó en
taquilla.
Bette
rodó «Storm Center» para la Universal. Durante la filmación, le ocurrió una
curiosa anécdota. Estando en su camerino, la pared que tenía ante ella se
movió y en la habitación penetró Harry Cohn, todopoderoso directivo del
estudio.
Bette lo echó del camerino con cajas destempladas y ese mismo día comentó
el acontecimiento con otro de los directivos del estudio. Éste, riéndose, le
contestó: «Yo no me haría muchas ilusiones, Bette. Él no sabía que a Kim
Novak la habían cambiado ayer a otro camerino mayor.»
Tras
estas dos pobres experiencias, Bette tendría otra buena oportunidad con «The
cattered affair», un buen drama en que aparecía gorda y vieja y que fue
dirigido por Richard Brooks. Estrella y director se portaron muy bien (de
hecho, Bette se sentía bastante atraída por Brooks, aunque el director no la
correspondiese) y Bette consiguió una impresionante interpretación. Para
darle realismo a su papel, la actriz compró ropa vieja en un mercadillo y se
pasó semanas en el barrio neoyorquino de Brooklyn, estudiando el acento
irlandés de sus habitantes y sus gestos y costumbres. En verdad, su trabajo
en este filme hubiese merecido un
nuevo
Oscar.
Bette
continuó ocupándose de Margot y siguiendo sus escasos y difíciles
progresos. El tratamiento de la niña, unido al de su hermana Bobby y al
excesivo dinero que suponía mantener el tren de vida de su madre, habían dañado
tanto su economía que la actriz distaba mucho de ser rica. Sin embargo, ella
aceptaba este hecho con alegría.
Por
esta época, Bette tuvo la oportunidad de trabajar en “Look Homeward Angel”,
una obra en la que hubiera podido estar fantástica. Ya había dado el sí, pero
entonces tuvo otro de sus accidentes que estuvo a punto de costarle la vida. Se
había mudado a una nueva casa en la que había una habitación que daba
directamente a un hoyo. Sin darse cuenta, Bette abrió la puerta y cayó desde
una altura de tres metros. Se fracturó la columna y estuvo a punto de perder
la. Su recia constitución la salvó de quedar inválida, pero desde entonces
siempre sufrió fuertes dolores en la espalda.
A
finales de los cincuenta, y como un síntoma evidente de su ocaso, Bette empezó
a trabajar asiduamente en la televisión. También aceptó papeles de
invitada especial, fatales para su reputación pero tan bien pagados que
resultaban imposibles de rechazar. Una de estas colaboraciones la llevó a
Francia para intervenir en “El capitán Jones”. Tras su corto trabajo (por
el que se embolsó 50.000 dólares), Bette, su hermana Bobby y su hija B. D.
pasaron unas pequeñas vacaciones en Inglaterra para que ella interviniera en
“Donde el círculo termina”, junto a Alec Guiness. En este filme, Bette se
mostró muy reservada y no hizo amistad con nadie. Guiness recordaría años
después que “era una experiencia frustrante, porque yo estaba feliz de
trabajar a su lado y ella parecía no querer trabajar conmigo”.
Cuarto divorcio
El
matrimonio de Bette con Merrill había llegado a un punto muerto. Ambos recuperaron
la esperanza cuando les ofrecieron trabajar juntos en el teatro leyendo una
recopilación de poemas de Carl Sandburg. Era lo mejor que habían hecho
ambos en años y parecía que aquello podría unirlos de nuevo. Al final, nada
más lejos de la verdad. Bette congenió muchísimo con Sandburg, un
intelectual encantador que a los 80 años seguía siendo un hombre vitalista y
seductor. Bette y Merrill recorrieron todo el país juntos y aunque la obra no
fue un éxito, sí resultó una experiencia profesionalmente muy gratificante.