Bette Davis

Una actriz legendaria

 

Biografía (6)

 

Segunda boda con Arthur Farnswort

Para regresar a Hollywood después de sus prolongadas vacaciones, la Warner le dio a Bette «El cielo y tú», un drama en el que trabajaba también Charles Boyer. No se trataba de una gran película, pero tanto Bette como el actor ofrecieron unas grandes interpretaciones que contribuyen a hacerla interesante. Tras este filme, Bette gozaría de unas vacaciones en Hawai y su nombre se relacionaría sentimentalmente con el de Bob Taplinger, un joven publicista de la Wamer. En todo caso, esta relación no duraría demasiado, pues Bette seguía teniendo muy presente a Arthur Farnsworth.

Escena de "La carta" (1940) 

«La carta»

En 1940, a Bette le ofrecieron un papel fantástico en el  filme «La carta», que tenía que dirigir su antiguo amante, William Wyler. Se trataba de la esposa del propietario de una plantación en Malasia que mataba a su amante y obligaba a su abogado a mentir al jurado para salvarse de la horca. Era un tema atrevido para la época una protagonista que era una asesina y que ni tan solo intentaba hacerse simpática a los ojos del público y pocas actrices se hubieran atrevido a interpretado, pero Bette se lanzó al  proyecto con todo su entusiasmo.

«La carta» fue un filme grandioso por muchos motivos. Wyler conocía perfectamente a Bette y le arrancó una interpretación memorable a base de introducir pequeños detalles, como el de que la protagonista se pasase la película haciendo ganchillo (a Bette le encantaba en la vida real y en el filme le daba un aire de tranquilidad que de otra manera se hubiese conseguido difícilmente). La guerra alejaba a Bette de Farney, ahora comprometido en importantes investigaciones aeronáuticas. Pese a todo, ambos planea­ban casarse hacia Año Nuevo e iban arreglando poco a poco la casa en la que pensaban vivir.

     
                                                   Con Arthur Farnsworth, su 2º marido 

Con su madre Ruthie en 1940

A «La carta» le seguiría «La gran mentira», un folletín sin interés cuyo único aliciente para Bette fue el de hacer posible su amistad con Mary Astor. La inolvidable protagonista de «El halcón maltés» fue apadrinada por Bette para que pudiera interpretar el filme.

Bette y Farney se casaron el 31 de diciembre de 1940 en la casa que su amiga Jane Bryan tenía en Arizona. La actriz supo guardar astutamente la fecha de su boda y la ceremonia tuvo muy poca publicidad. Robert Pelgram, el marido de una recuperada Bobby, fue su padrino de bodas.

Tanto para ella como para su esposo se trataba del segundo matrimonio. Fue un acto delicioso y la única pega la encontraron en el poco tiempo que Bette tuvo para la luna de miel. La Warner la llamó urgentemente para empezar otra película, una comedia intrascendente con James Cagney titulada «The Bride came C.O.D.».

 

Otra vez Wyler

William Wyler había estado asediando a Bette para que rodara junto a él «La loba», violenta historia de codicia y crueldad ambientada en el sur de Estados Unidos. Wyler creía que su antiguo amor era la única que podía dar vida a la pérfida Regina Giddens, una bella dama sureña corrompida por la ambición y la frustración que acaba convirtiéndose en un monstruo al que sólo importa el dinero.

Tallulah Bankhead había interpretado con gran éxito la obra en los escenarios y Bette afrontó el reto del papel con la idea de darle un cariz completamente distinto. Si la Bankhead le había dado un aire de sensualidad, ella convirtió a Regina en una persona a quien el trato machista al que había sido sometida la había convertido en frígida. Esto le traería muchos problemas con Wyler, quien veía el personaje desde una óptica completamente distinta.

Poco antes de empezar el  filme, Jack Warner se negó a ceder a Bette a la Metro. Se pensó en la misma Talullah o en Miriam Hopkins, pero entonces el destino echó una mano y Warner se avino a hacer el trato a cambio de que la Metro le cediera a Gary Cooper para «El sargento York».

"La loba" (1941) 

El de «La loba» fue un rodaje extraordinariamente tenso. Farney seguía en Minneápolis, atareado con sus investigaciones, y Bette se sentía muy sola. Hubiese necesitado el calor de Wyler, pero esto no era ya posible, pues Bette se había hecho muy amiga de Margaret, la esposa del director. Además, las diferencias entre ambos por su manera diferente de ver la película pronto desembocaron en continuas y violentas discusiones. Wyler la quería femenina y sensual y Betty se obstinaba en que si salía bella, el público difícilmente creería que no había ningún hombre en la vida de Regina.

En medio de este panorama, tuvo lugar otro de esos estúpidos accidentes que jalonaron la vida de Bette. Una noche, la actriz ingirió un calmante que le había recetado el médico. Sin embargo, la farmacia que se lo había preparado incurrió en un lamentable error y Bette fue presa de terribles convulsiones.

Su doncella la llevó precipitadamente al hospital, donde un rápido lavado de estómago le salvó la vida casi de milagro.

Este episodio la desequilibró y al regresar al filme, las peleas crecieron de tono. Después de rodar la escena de la cena, Wyller profirió el comentario más cruel que podía haber hecho. El director dijo que aquella era la peor escena que había visto jamás y se preguntó si no sería mejor que «contratáramos a Talullah Bankhead». Bette salió del plató con los ojos llenos de lágrimas.

Sorprendentemente, la película resultó soberbia una vez terminada. La interpretación de Bette ha demostrado ser la correcta con el paso del tiempo. «La loba» es una historia simbólica sobre la ambición de la burguesía americana y sobre cómo el deseo de hacer dinero puede imponerse al deseo sexual. Sin duda, ha sido una obra que ha ganado con el paso de los años. Pese a su calidad, las discusiones que ocasionó entre Bette y Wyler les separaron para siempre. Nunca volvieron a rodar una película juntos.

Al terminar «La loba», Bette se vio afectada por una terrible crisis nerviosa que la obligó a guardar cama varias semanas. Posteriormente, en otro de sus estúpidos accidentes, un perro le mordió la nariz y eso la obligó a ocultarse del público en su granja de Massachusetts durante casi un mes. Esta ristra de desgracias se completó cuando Bette, en pleno rodaje de su  nuevo filme, fue informada de que Farney estaba internado en un hospital de Minneápolis aquejado de una grave pulmonía.

La actriz se puso histérica y quiso viajar inmediatamente hasta donde estaba su marido. Era tiempo de guerra y los viajes por avión se habían convertido en un lujo casi imposible. Bette recurrió a Howard Hughes y le pidió que le consiguiera un avión. Su antiguo amante le aconsejó no viajar a causa del mal estado del tiempo, pero ante la insistencia de Bette le consiguió dos aviones privados.

Después de un viaje infernal de casi 2.000 millas, Bette pudo llegar, agotada y al borde de la crisis, al lado de Farney. Estuvo en el hospital hasta que él mejoró, pese a que Jack Warner le reclamaba, a diario que volviera a los platós.

También en esos días, Bette fue nombrada presidenta de la Academia de Artes y Ciencias. Su talento no concordaba con el de la directiva de la entidad que otorga los codiciados Oscar. Bette fue presidenta sólo durante unas pocas semanas, pero en ese tiempo contribuyó decisivamente a que se revocara la decisión, ya tomada, de dejar de celebrar la ceremonia de los Oscars durante los años que durara la guerra. En esos momentos, el filme que Bette rodó fue «Como ella sola.

Después de él; Bette quería interpretar “La extraña pasajera”, las historia de una joven fea y dominada por su madre a quien su psiquiatra hace cambiar de vida. Era un papel que Jack Warner se resistía a darle por dos motivos: seguía enfadado por el mal trabajo de Bette en su último filme y, además, no se fiaba de que la estrella fuera capaz de pasar de ser un patito feo a un cisne. Dirigida por Irving Rapper, un, hábil artesano, «La. extraña pasajera» se convirtió en un pequeño clásico, amén de ser la película de mayor éxito comercial en la carrera de Bette. Gracias al  filme, miles de jovencitas feas se permitieron soñar que para ellas también había luna esperanza. A regañadientes, Warner le subió el sueldo a Bette hasta los 4.000 dólares semanales.

"Como ella sola"  (1942) "La extraña pasajera" (1942)
 

Este sería, sin lugar va dudas, el mejor momento de la vida de la actriz. En el, verano de 1942, Bette tenía 34 años, estaba felizmente casada y su carrera, tras el éxito de «La extraña pasajera», se veía firme como una roca. Su salud había mejorado también notablemente y su carácter se había atemperado. Desgraciadamente, aquella época estaba condenada a desaparecer rápidamente.

 

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