Bette Davis

Una actriz legendaria

 

Biografía (2)

 

Del teatro al cine

                        

La vida de Bette Davis cambiaría para siempre una noche que su madre la llevó al teatro para ver la obra de Ibsen «El pato salvaje». Actuaban la gran actriz Blanche Yurka y una joven revelación llamada Peg Entwistle. La obra, que narraba la historia de una joven no deseada por sus padres, impresionó muchísimo a la sensible Bette. La actuación de miss Entwistle (que años después se suicidaría arrojándose desde el rótulo de Hollywood por haber fracasado en el mundo del cine) influiría tanto en la joven que, al salir del teatro, ya había decidido que lo que más quería en este mundo era ser actriz.

Por aquel entonces también se produjo un insólito encuentro. Bette hizo una salida nocturna con un jovencito alto y desgarbado que respondía al nombre de Henry Fonda. Mientras que ella reconoce que se sintió inmediatamente atraída por él, Fonda jura que aquella muchacha de ojos grandes le dejó frío. Bette afirma que intentó besarla, mientras que él asegura todo lo con­trario. Lo cierto es que la pareja nunca volvió a salir y que todo el asunto nunca quedó claro. Años después, sin embargo, cuando ambos eran ya estrellas de Holly­wood, Bette hizo una afirmación sobre Fonda que puede resultar ilustrativa: «Henry es tan íntegro que, da asco», sentenció la actriz.

 

El primer hombre de su vida

En 1924, Bette conoció al que años más tarde se convertiría en su primer marido. Se llamaba Harrnon O'Nelson y estudiaba en la academia Cushing de Ash­bumham, como ella. Harmon era un joven débil y retraído, pero con un cuerpo alto y atlético y unos románticos ojos oscuros. En una escuela donde lo normal para un chico era dedicarse al deporte, Harmon soñaba con ser músico y dirigía la orquesta de la Universidad. Eso hacía de él un personaje peculiar, pero no precisamente impopular.

La primera vez que se vieron, Harmon le preguntó: «¿Quiere usted cantar en el coro, miss Davis?» Naturalmente, Bette aceptó y desde ese momento ambos se hicieron inseparables. La joven se enamoró de Harmon de tal modo, que una noche le confesó a su madre: «¡Tengo que conseguirlo aunque sea lo último que , haga!» Lo cierto es que Harmon tenía demasiados sueños musicales como para ir en serio con una chica, y, aunque Bette intentaba forzar las situaciones, el tan an­siado primer beso no acababa nunca de llegar.

Cuando la pareja dejó de verse, Bette decidió dedicarse en cuerpo y alma a su sueño de ser actriz. Animada por sus profesores y con el apoyo incondicional de Ruthie, la joven decidió viajar a Nueva York e intentar ingresar en la prestigiosa escuela de arte dramático de Eva Le Galliene. Ésta era una profesora de gran dureza que aturdió a Bette con un mar de preguntas. Finalmente, después de hacerle una prueba en la que Bette no pudo resistir los nervios y se echó a reír, Eva Le Galliene le espetó: «Veo que su actitud hacia el teatro no es lo suficientemente sincera como para que yo la tome en serio. Buenos días.» Terriblemente afectada por esta declaración, Bette regresó a Massachussets donde empezó a consumirse de rabia y pesar. Si no podía ser actriz, no quería ser nada en este mundo. Después de algunas semanas en este estado, Ruthie decidió que las cosas no podían seguir así. Había que volver a Nueva York e intentar que su hija entrara en otra escuela. Una mañana, la madre entró en la habitación de Bette y, arrancándole las sábanas de la cama le gritó: «Levántate. Nos vamos a Nueva York»

Bette y su madre volvieron a la gran ciudad y esta vez consiguieron que ingresara en la escuela de Hugh Anderson, quizás no tan prestigioso como Eva Le Galliene pero sin duda un excelente profesor. Durante su estancia en la escuela de Anderson, Bette trabaría amistad con gentes que más tarde reencontraría en el mundo del cine, como Joan Blondell, César Romero o Lucille Ball. Por aquel entonces tenía 20 años. Anderson estaba tan entusiasmado con ella que le con­siguió una prueba en el teatro que dirigía George Cukor en Rochester.

 

Encuentro con Cukor

George Cukor, uno de los grandes directores de Hollywood, autor de películas tan célebres como «Historias de Filadelfia», «Luz de gas» o «Ha nacido una estrella», era por aquel entonces un regordete y vivaracho director teatral dispuesto a dar oportunidades a los. actores jóvenes. Cukor, que siempre tuvo fama de ser un gran director de actrices, quedó encantado con la prueba de Bette y la contrató rápidamente hasta el final de aquella temporada y toda la siguiente. Bette debutó con un papel con el que también empezaría otra mítica actriz: Marlene Dietrich.

                         

Cuando terminó la temporada, Bette fue engañada por un hombre que le dijo que era el gerente de un teatro en Dennis, una ciudad cercana. Bette viajó hasta Dennis para descubrir que aquel tipo la había engatusado esperando aprovecharse de ella. En el teatro de Dennis sólo consiguió trabajo como acomodadora. La joven se consumía esperando una oportunidad y memorizaba los papeles de todas las obras mien­tras acompañaba a los espectado­res a sus localidades.

La tan ansiada oportunidad le llegaría de la mano de la veterana Laura Hope Crews -recordada por su papel de tía Pyttypat en «Lo que el viento se Ilevó». Laura Hope era la gerente del teatro y un día que necesitó a una muchacha para cantar una canción al piano, le ofreció el puesto a Bette. El problema era que no conocía la canción que debía cantar, así que su madre se pasó la noche corriendo de un lugar a otro para encontrar la partitura y poder ensayar. Cuando ya estaba desesperada, la encontró en casa de un párroco y de esta forma Bette pudo estar lista al día siguiente.

 

Reencuentro con Harmon y primeros éxitos

Por aquel entonces, Bette volvió a encontrarse con Harmon y ambos reemprendieron su relación, esta vez de forma más profunda.

La joven no tuvo demasiado tiempo para preocuparse. Pronto llegó la nueva temporada teatral y ella tuvo que volver a Rochester para cumplir contrato con la compañía de George Cukor. Allí, Bette trabajó al lado de Miriam Hopkins. Miriam pronto la odió porque se dio cuenta que aquella muchacha de ojos grandes era la única qué podía hacerle sombra en el escenario.

Pese a su buen resultado sobre las tablas, Bette no terminó la temporada con Cukor. En una compañía donde lo normal eran los líos amorosos entre sus componentes, Bette destacaba por su inflexible castidad (todo lo contrario que su rival, Miriam). Pronto se hizo impopular entre sus compañeros y, finalmente, fue despedida.

Sin embargo, su ascensión era ya imparable. Siguió trabajando regularmente y un día recibió una oferta que para ella fue muy especial. Blanche Yurka le propuso el papel que años antes había hecho Peg Entwistle en «El pato salvaje». Era todo un sueño que se hacía al fin realidad. Bette estuvo a punto de no poder aceptar porque justo entonces cogió el sarampión. La muchacha estaba desesperada, pero Blanche Yurka la tranquilizó con un simple «la esperaremos, miss Davis».

Bette estuvo magnífica en el papel de Hedvig y las críticas de todo el país la alabaron calurosamente. Pese a ello, el trabajo en el teatro empezó a escasear y entonces le llegó la oferta para hacer cine. Había que cruzar todo el país e irse a California. Acuciada por la falta de dinero, Bette aceptó no muy convencida y ella y Ruthie subieron a un tren que las llevaría a Hollywood donde la joven actriz tenía un contrato para trabajar en la Universal Pictures.

 

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