Bette Davis

Una actriz legendaria

 

Biografía (5)

 

Con William Wyler perdió al hombre de su vida

    
Su segundo Oscar por "Jezabel" en 1938 

Al terminar «Jezabel», Bette te estaba física y mentalmente extenuada. Su médico le recetó descanso absoluto y le prohibió trabajar en otro filme hasta no haberse repuesto. Ocultar su romance con William Wyler, un hombre del que estaba enamoradísima, había resultado especialmente difícil. Si la hubiesen descubierto, las ligas de decencia que por aquella época tenían un enorme poder hubiesen podido destrozar fácilmente su carrera, pues el adulterio era algo que entonces no se perdonaba.

Al terminar «Jezabel», sin embargo, la relación entre Bette y Wyler empezó a flaquear. Por un lado ambos se atraían enormemente, pero por otro era imposible que estuvieran juntos demasiado tiempo. A Wyler le exasperaba el temperamento neurótico de Bette, mientras que ella temía ser devorada por una personali­dad tan desbordante como la del director.

 

Howard Hughes, su segundo amante

Justo entonces apareció Howard Hughes en la vida de Bette. Este era uno de los personajes más curiosos de la época. Tan rico como misterioso, Hughes había rodado «Hell's Angels», sin duda la mejor película que se había hecho jamás sobre temas aéreos. Hughes, que mantenía un sonado romance con Katharine Hepburn, conoció a Bette durante una fiesta y ella quedó prendada de su encanto.

Pese a ser un hombre guapo e inmensamente rico, Hughes era muy patoso con las mujeres. Apocado y tímido, le costaba tanto tratar con ellas que hasta padecía impotencia eyaculatoria. Igual que un oso grande, suscitaba su instinto maternal. Con él, Bette fue dulce y amable y, aunque él no fue fan cariñoso como con la Hepburn, su relación con Bette fue la que le ayudó a curar su impotencia. Por su parte, Bette logró eliminar la ansiedad que llevaba encima desde hacia tiempo.

   
Con Howard Hughes, su segundo amante

Pero Ham Nelson apareció en escena para complicar nuevamente las cosas. Loco de celos, contrató a un famoso detective y llenó su casa de micrófonos para sorprender a los amantes. Una noche, sufrió la tremenda humillación de oírles juntos. Incapaz de aguantar, penetró en la casa y se precipitó en el dormitorio. Hughes intentó pegarle, pero falló. Entonces, Ham le hizo chataje y amenazó con publicar las cintas si Hughes no le daba 70.000 dólares.

Muerto de miedo de que su impotencia se hiciera pública, Hughes  contrató a un gangster para matar a Ham, pero éste se había cubierto las espaldas y había avisado a la policía de que si moría, la culpa sería suya. El mi­llonario no tuvo más remedio que pagar. En un gesto de gran decencia, Bette volvió a pedir otro adelanto y pagó hasta el último centavo a su amante. Este nunca olvidó el gesto y a partir de entonces cada año de su vida le mandó a Bette una flor el día del aniversario de aquel pago.

 

«Jezabel» la convirtió en estrella absoluta

La soberbia dirección de Wyler hizo que Bette diera lo mejor de sí misma en «Jezabel». La película la convirtió en una estrella a la altura de la Garbo o la Hepburn y, además, le reportó el segundo Oscar de su carrera. Esta vez, Bette sí estuvo de acuerdo con la película por la cual obtenía la estatuilla.

Después, Bette rodaría “Las hermanas”, junto a Errol Flynn, un actor al que detestaba. Flynn le hizo una proposición amorosa, pese a que Bette pensaba decididamente que no era su tipo. Ella lo rechazó vehementemente. La actriz prefería a Anatole Litvak, el director del filme, un hombre culto y encantador que estaba casado con Miriam Hopkins. La vieja enemiga de Bette la odiaba más que nunca por haberle arrebatado el papel que ella creía suyo en “Jezabel”. Miriam acusó a Bette y a su marido de mantener un romance. Aunque ambos tendrían efectivamente una corta relación, esto no sería hasta varios meses después, por lo que la acusación resultaba ser absolutamente falsa. Cuando Bette y Litvak lo intentaron, la cosa no funcionó porque él era un hombre amante del lujo y las diversiones y ella una mujer sacrificada y austera, con demasiados problemas domésticos. Además, Bette siempre estuvo más interesada en el cine que en cualquier otra cosa.

 

Una carta cambiaría su vida

Bette estaba interesadísima en interpretar “Amarga victoria”, un drama sobre una mujer moribunda en el que había fracasado la mismísima Talulah Bankhed. Los derechos pertenecían a David O. Selznick, que quería a Hepburn o a Garbo para el papel. La Warner pensó en los derechos tratando de ofrecerle el filme a Kay Francis, pero ella lo rechazó por no querer interpretar a una moribunda. Después de tantas vicisitudes, el papel fue a parar a manos de Bette, quien intentó conseguir a Spencer Tracy para el papel masculino. Warner no se fiaba del actor a causa de sus problemas con el alcohol y contrató a Geroge Brent y Humphrey Bogart, lo que resultó ser un acierto al final. Bette convirtió aquel papel que no había querido Kay Francis en uno de sus mejores filmes.

     
Dos escenas de "Amarga victoria" (1939)

La relación de Bette con Wyler estaba marcada por sus enfrentamientos constantes. Ambos se amaban con locura, pero sus fuertes personalidades les hacían chocar una y otra vez. Wyler mantenía relaciones con una bella joven llamada Margaret Tallichet. Una noche, al regresar Bette a casa después del rodaje, encontró una carta del director. Enfadada, no quiso ni abrirla y fue aplazando su lectura hasta pasada una semana. Fue un error que la marcaría para siempre. En la carta, Wyler le comunicaba que, a menos que ella accediera a casarse con él inmediatamente, él lo haría con Margaret el próximo miércoles. Aquel día era justamente miércoles. Bette se echó a llorar desconsoladamente. Sabía que había dejado pasar el amor de su vida. Durante varios días fue incapaz de presentarse en el rodaje, enfureciendo a los miembros del equipo. Curiosamente, la próxima película que Bette haría bajo las órdenes de Wyler se llamaría precisamente “La carta”.

Cuando pudo reanudar su trabajo, el trauma sufrido con Wyler le sirvió a Bette para realizar otra interpretación soberbia. A la vez, Bette inició una relación con George Brent que duraría más de un año y que ella utilizaría para superar esa época. Pese a todo, también tendría problemas con Brent, pues a él le irritaban el mal humor y la tacañería de Bette.

“Amarga victoria” la consolidó como una número 1, aunque Bette siguió siendo una de las estrellas peor pagadas de Hollywood.

Tras “Amarga victoria”, Bette rodaría “Juárez” y “La solterona”. En la primera tenía un papel corto pero intenso, aunque finalmente la película se la robaría Paul Muni, por entonces una de las grandes estrellas de la Warner. Mientras rodaba aquel filme, Bette se divorciaría de Ham Nelson el 6 de diciembre de 1938.

“La solterona”, por su parte, la enfrentaría a su gran enemiga, Miriam Hopkins. Las dos se odiaban y la Hopkins, amante del juego sucio, se encargó de dificultar el trabajo de Bette, dejándola sola en las escenas importantes y desarrollando una interpretación suave, encaminada a conseguir las simpatías del público. Es un filme en el que se puede notar la profunda antipatía de las dos actrices.

Bette y Errol

Ninguna de las dos películas resultó un éxito. Tras ellas, Bette pudo conseguir un viejo sueño, dar vida a la reina Elizabeth de Inglaterra en el filme “Las vidas privadas de Elizabeth y Essex”. Lo malo fue que como compañero, Jack Warner le puso a Errol Flynn cuando ella deseaba a un gran actor como Laurence Olivier. Flynn no era en realidad un buen actor. Lo dejaba todo a su físico y su desparpajo y estaba más interesado en divertirse que en esforzarse por el trabajo. Mientras Bette leía libros, elegía vestidos y acordaba un maquillaje que le afearía profundamente pero que estaría acorde con el físico real de la reina, Flynn jugueteaba con sus barcos y sus mujeres.

Durante el rodaje, plagado, como no, de problemas de salud de Bette, ella y Flynn llegarían a detestarse profundamente. El actor bostezaba cuando no le enfocaba la cámara, se olvidaba del guión y le pellizcaba el trasero a la menor ocasión, y cuando Bette estallaba de cólera, él todavía se reía con más fuerza.

  

Con Errol Flynn, al que detestaba

As causa de todos estos inconvenientes, el filme no es uno de los mejores de la carrera de Bette. Después, la actriz conseguiría unas largas vacaciones de casi medio año. Viajó a Nueva Inglaterra y allí conoció a Arthur Farnsworth, un ingeniero aeronáutico alto y guapo, de buena familia y que vestía pesadas prendas de cuero y pantalones de algodón. Farnsworth había sufrido un accidente del que no hablaba nunca y que le había provocado un síndrome parecido a la epilepsia. A Bette le encantaba, pero tenía el problema de siempre, no estaba a su altura.

Pese a todo, “Farney” cautivó a su familia y amigos y ambos iniciaron una relación favorecida por las vacaciones de la actriz y su consecuente relajamiento. Fue también durante esos meses de relajo cuando Bette compraría sus dos casas: Butternut, una vieja vivienda en New Hampshire que reconstruyó con ayuda de seis carpinteros de los estudios, a quienes llevó desde Hollywood a escondidas, y Riverbotton, una bonita mansión en Los Angeles rodeada de campo y con un río. Ambas casas se convertirían en sus refugios durante los siguientes y difíciles años.

 

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