Bette Davis

Una actriz legendaria

 

Biografía (3)

 

Triunfo en el cine, crisis en su primer matrimonio

"Bad sister", su primera película 

"Oculta providencia" (1932)

Bette y Ruthie llegaron a HollyWood el 13 dediciembre de 1930. Aquéllos eran unos días revueltos en la «fábrica de sueños» porque un nuevo invento estaba cambiando por completo la industria del cine: el sonoro. Con la irrupción de las «talkies» muchas estrellas del cine mudo habían sido barridas de la pantalla y sustituidas por actores desconocidos hasta la fecha.

Hollywood era un lugar dominado por el miedo. Miedo a ser demasiado joven o excesivamente viejo, de que tu voz fuese aguda o grave, de que la próxima película que rodabas fuese un fracaso o de elegir un papel erróneo. Pero, especialmente, miedo a que el sonoro fuese sólo una moda pasajera y todos los cam­bios resultaran inútiles. Sólo una emoción superaba el miedo: la esperanza. Un mozo de gasolinera o una chica de la limpieza podían convertirse en estrellas de cine de la noche a la mañana y cambiar una modesta casa en el valle por una suntuosa mansión en las colinas. Pero el surtidor y el trapo esperaban en la sombra.

Cuando bajaron del tren tras un agotador viaje de cinco días atravesando todo el país, sólo en­contraron a un fotógrafo. Bette y su madre debieron gastar sus úl­timos dólares en pagar un taxi que las llevara a un modesto hotel. La joven Bette pronto se de­sanimaría enormemente. Hollywood era un lugar caluroso y pol­voriento, muy distinto al Nueva York al que estaba acostumbrada. La gente era fría y hostil, y la trataba con enorme indiferencia. Allí, sus éxitos teatrales valían menos que una moneda de diez centavos.

Con su hermana Bobby Con su madre, Ruth

Bette había sido contratada por la Universal, una productora especialmente afectada por la llegada del sonoro y dirigida por un incompetente llamado Jr. Laemmle. La Universal estaba por detrás de la suntuosa Metro, la eficaz Paramount o la nueva y emprendedora Warner y dudaba todavía si sería acertado olvidarse de las películas mudas y dedicarse por completo al sonoro.

El mayor problema para las Davis era la falta de dinero. Bette había sido contratada por 450 dólares semanales, pero aún tardaría bastante tiempo en recibir su primer sueldo. Mientras tanto, Ruthie decidió que la única manera de levantarle el ánimo a su  hija era dejar el cochambroso ho­tel en el que estaban alojadas y buscar una casa. Encontró una que parecía perfecta, pero el alquiler subía a 80 dólares. Entonces, Ruthie requirió la ayuda de Carl Milliken, un viejo amigo de la familia que le prestó 400 dólares. Para no preocupar a Bette, Ruthie escribió una carta simulando que era Harlow Morell Davis quien les había enviado el dinero.

 

Tiempos difíciles

Los primeros meses en Hollywood fueron agobiantes para Bette. Las pruebas de fotogenia y vestuario que le hacían le parecían estúpidas y las detestaba profundamente. Por suerte conoció a Reginald Denny, un actor secundario inglés que le aconsejó y creyó en ella desde el primer momento. Denny le presentó también a Bridget Price, una paciente y dulce mujer que años más tarde se convertiría en su insustituible secretaria personal.

En aquellos días difíciles, Bette echó mucho de menos a Ham Nelson. Le escribía a menudo, y en Una carta, él le anunció que viajaría a Los Ángeles próxima­mente para tocar con la banda de las Olimpiadas. Bette ansiaba casarse con Ham, pero su madre la retenía y le decía que todavía no era el momento.

Cuando ya empezaba a estar harta de Hollywood, Bette rodó su primera película, «Bad sister», en la que también trabajaba un juvenil Humphrey Bogart. Era una película mala y que, encima, tuvo un rodaje difícil porque los técnicos todavía no dominaban los problemas del sonoro. Había que hablar siempre de cara a un micro torpemente escondido y la cámara permanecía inmóvil en un habitación aislada. Desde el primer momento, Bette aborreció a Bogart, a quien siempre consideraría un hombre grosero, bebedor y tremendamente aburrido. Con todos estos problemas no es de extrañar que su actuación no resultara brillante en absoluto.

Pese a que Bette también de­testaba a Jr. Laemmle, éste le dio otra oportunidad y la puso en el reparto de «Semilla», un drama que resultó un completo fracaso en taquilla. La mala racha la cortó la esperada visita de Ham. Fueron unos días felices, pero cuando él se fue, Bette quedó muy abatida y eso afectó su trabajo en «Waterloo Bridge». Sin embargo, ésta sí era una buena película y su director, el excelente James Whale, supo sacarle una interpretación en la que hacía aflorar toda su vulnerabilidad.

 

La Warner sí supo aprovecharla

Hacía más de un año que estaba en Hollywood y Bette toda­vía no había conseguido nada destacable. La Universal comenzaba a dejarla de lado y ella se convenció de que había llegado el momento de regresar para siempre a Nueva York. Entonces, la suerte que siempre la había acompañado volvió a funcionar y recibió una llamada de George Arliss, una respetadísima estrella de la Warner que le propuso ser su compañera en «La oculta providencia», un drama ambientado en Londres, en el que el talento de Bette podría brillar por fin.  

La Warner era una compañía joven y emprendedora, que, trabajaba con presupuestos modestos y ajustados y cuyas películas, a diferencia de las lujosas pro­ducciones de la Metro, se centraban siempre en personajes de la calle. Aquélla era la productora en la que la que el tipo de interpretación sincera  de Bette encajaba a la perfección.

Su trabajo en «La oculta providencia» dio un importante empujón en su carrera y en 1932 rodó cinco películas. Ese año volvió a estar a punto de morir que­mada, cuando su automóvil se incendió delante de su casa. Bette forcejeó con la puerta, pero fue Bobby quien salió corriendo del edificio y pudo sacarla de aquel infierno, salvándole la vida. Su trabajo en los estudios propició su amistad con otra joven estrella, la rubia Jean Harlow, y con George Brent, un galán de origen irlandés del que Bette quedó prendada. Brent, sin embargo, no le hizo ningún caso.

 

Con su primer marido, Ham Nelson

Con Ruthie, su madre, recién llegadas

a Hollywood en diciembre de 1930

 

Primera boda

El hecho de que Bette fuera todavía virgen comenzaba a ser perjudicial para su trabajo, puesto que muchas veces interpretaba personajes con una fuerte carga erótica. Ella y Ruthie se sentaron y discutieron el asunto. Ham era un hombre sano, ganaba un sueldo y tenía la edad adecuada. Era pues, un candidato aceptable. De esta forma tan romántica, Ruthie le eligió un marido a su hija. De esta forma tan romántica, Ruthie le eligió un marido a su hija.

Cuando Ham se le declaró, Btte aceptó tan rápidamente que le dejó pasmado. La boda no fue nada del otro mundo. Para no tener que esperar el tiempo que marcaban las leyes de California, Bette, su madre y su novio se montaron en un coche y viajaron bajo un sol de justicia hasta el Estado de Arizona. Al llegar a Yuma, Ham compró el anillo y se casaron en una modesta capilla.

Los problemas para el matrimonio no tardaron en llegar. Ham era un hombre blando y poco ambicioso, pero difícilmente podía soportar ser el marido anónimo de una esposa cada día más famosa. El trabajo de ambos apenas si les dejaba tiempo para verse y para él resultaba humillante que Bette prácticamente le mantuviera (ella pronto cobraría diez veces más que él).

Esta situación turbaba terriblemente a Bette, pues para ella la familia era lo más importante. La vida social era su único consuelo y empezó a acudir a multitud de fiestas, sin Ham pero con una Ruthie que solía ir mucho mejor vestida que ella. A la madre, que siempre la había apoyado, le había llegado el momento de recoger los frutos y gastaba sin reparo cuanto dinero podía.

En medio de esta tensa situa­ción ocurrió algo todavía peor. Bobby, celosa del éxito de su hermana, intentó ser también actriz. Sin embargo, no tenía talento y los estudios la rechazaron una y otra vez, Inestable y rozando la esquizofrenia, sufrió ,un colapso total y Ruthie tuvo que llevársela al Este para que la tratasen. Encerrada en un centro, se pasaba los días gritando que su hermana le había robado la oportunidad de hacer carrera.

La única película destacable, que rodó Bette en este período fue «20.000 años en Sing Sing». En ella trabajó junto a Spencer Tracey y de ahí nació una amistad y admiración mutua que se mantendría a lo largo de los años.

"20.000años en Sing Sing, con Spencer Tracy 

"Semilla"

Pese a sus muchas diferencias, Bette y Ham se aferraban a su relación de forma casi desesperada. Su progreso en el cine la hizo cambiar de carácter y se volvió más nerviosa, exagerada y dramática. Su prestigio aumentaba y consiguió que le permitieran hacer «Cautivos del deseo», en donde interpretó un papel que asustaba a todas las actrices de Hollywood y en el que debía aparecer fea y desagradable. Era una película que deseaba hacer con toda su alma, pero entonces se quedó embarazada y decidió abandonar el proyecto. Sin, embargo, cuando lo comentó con Ham, él se asustó y le dijo que debía deshacerse del niño. Ham no quería hijos porque le avergonzaba no poder mantenerlos. Ruthie, quien temía perder su estatus recién adquirido, también le aconsejó abortar. Con el corazón roto, Bette hizo lo que le decían, pero ése fue el principio del fin de su relación con su esposo.

 

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