Argumento: Cuando el gángster Johnny Vanning (Eduardo Ciannelli) añade el Club Intime a su organización, reúne al personal para explicarle las nuevas tácticas de funcionamiento: se espera de todos que induzcan a los clientes a beber, jugar y gastar abundantemente. Una de las animadoras, Mary Dwight (Bette Davis), aclara la nueva situación diciendo que el local será un garito. Vanning asiente y añade que quien no esté de acuerdo con su nueva política debe darse por despedido.

Unas noches después, Mary lleva al club a un incauto, Ralph Krawford (Damian O'Flynn). Tras perder una cuantiosa suma en el juego, se niega a pagar su deuda y Vanning ordena a su pistolero Charles Delaney (Ben Welden) que se deshaga de él. La muerte de Krawford es un siniestro recordatorio de que lo que puede ocurrirle a quien engañe a Vanning o quiera pasarse de listo.

David Graham (Humphrey Bogart), fiscal especial, interroga a Mary sobre la muerte de Krawford, pero ella no se muestra dispuesta a cooperar y el fiscal ordena retenerla sin fianza como testigo material. El astuto abogado de Vanning (Raymond Hatton) le dice a la joven que obedezca y "coopere" con el fiscal del distrito. Cuando le comunica a Graham que está dispuesta a testificar, él procede para obtener la acusación contra Vanning, pero en el estrado de los testigos ella cambia su versión y absuelven a Vanning.

El caso es objeto de amplia publicidad y la reputación de Mary, ya bastante maltrecha, llega a caer tan bajo que su hermana Betty (Jane Bryan) se niega a continuar sus clases en una escuela privada para jovencitas. También induce a Emmy Lou (Isabel Jewell), una de las compañeras de Mary, a que la acompañe a una fiesta en el ático de Vanning. Mientras se resiste a las proposiciones de uno de los secuaces de éste (William B. Davidson), Betty se aterroriza hasta el punto de que el hombre, presa del pánico la mata. Emmy Lou presencia el asesinato, pero le ordenan que mantenga la boca cerrada.

Al enterarse de la muerte de Betty, Mary amenaza a Vanning y le dice que está dispuesta a contar a la policía sus delitos, pero dos de sus matones le propinan una gran paliza y le desfiguran la cara. Desde su cama en el hospital, ruega a sus compañeras del garito que se unan a ella y testifiquen contra Vanning, y, cuando ellas acceden, Graham les ofrece protección policial.

El  testimonio de las chicas ayuda a condenar a Vanning, al que se le advierte que no tome ninguna represalia contra ellas si no quiere perjudicar la posibilidad de conseguir, más tarde, la libertad condicional. Graham es aclamado por haber conseguido una sentencia contra Vanning, mientras Mary y las demás chicas abandonan juntas la sala del tribunal, todas ellas inseguras de su destino final.

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